En 1942, el primer embajador de Indonesia en Gran Bretaña, Agus Salim, estaba en una recepción diplomática. El hombre bajo y delgado con un pequeño sombrero negro sobre cabello blanco llamaba la atención por su apariencia, pero lo que realmente desconcertaba a los demás era el extraño olor que salía de su cigarrillo. Uno de ellos no pudo evitar preguntar: “¿Qué está fumando?”. Salim, que fumaba un kretek, un cigarrillo indonesio en el que el tabaco se mezcla con clavo de olor, respondió: “Su Excelencia, esta es la razón por la que Occidente conquistó el mundo”.