Artforum

Tampoco habría aceptado que me dijeran que ya había leído lo suficiente sobre el tema, que ya nadie me podía decir nada nuevo… Si el tema era el arte contemporáneo, estaba en su naturaleza que siempre se podía decir algo más sobre él. Era lo que lo diferenciaba de todas las demás manifestaciones de la cultura, que terminaban construyendo algo, en base a la acumulación y la organización. El arte contemporáneo había sido para mí una desaparición, el anacronismo que revelaba la huida del pensamiento.

Mi trabajo de escritor fue una repetida claudicación del tiempo ante la espera. Nunca pude, y en realidad nunca quise, escribir durante más de una hora, y el vasto resto del día se me va en la espera impaciente del siguiente. Y dentro de la hora se repite el esquema del día: se me ocurre algo, y junto con la ocurrencia viene su formulación. En unos segundos ya está escrito, y debo esperar a que se me ocurra algo más, cosa que no sucede. No quiero seguir ahondando, pero me temo que dentro de esos segundos otra vez pasa lo mismo.

había un beneficio marginal que adquiría de inmediato una centralidad apabullante: el tiempo. El tiempo que yo había perdido esperando se transmutaba en tiempo ganado: el tiempo de la creación. Había dado casualmente con lo que siempre había estado buscando: una ocupación del tiempo que me diera toda la satisfacción que podía esperar de mis intereses intelectuales sin ponerme condiciones ni hacérmela difícil. Una artesanía de hombres felices.

Lo que yo estaba esperando era otra cosa, que se escondía en el cascarón invisible de lo Otro. Podía extender el símil, en base a lo infantil de todo el asunto: los niños piden juguetes, que casi siempre son representaciones. Todo el complejo de la representación se ponía en movimiento a partir de una revista de arte.

me di cuenta de que si me ofrecieran todo el contenido de la Artforum, sin la Artforum, no me interesaría. De sólo pensarlo, sentía un profundo desinterés, casi un desdén. ¿Era el fetichismo del objeto, entonces? ¿Mi jactanciosa información sobre el Arte Contemporáneo era sólo una mascarada para disimular un ansia pueril de posesión?

siempre hay una desproporción cuando se trata del alma humana

Nadie cree en lo increíble, pero a las supersticiones nos rendimos todos de un modo u otro. La superstición es el verosímil de lo sobrenatural. Se apoya en el deseo, en el ansia, en la necesidad, que le da cuerpo, la ancla en la vida y justifica todas sus formas.

los hechos más disímiles pueden relacionarse de modo de participar en un mismo relato, y su incoherencia puede hacerse coherente. Si hay un llamado de teléfono equivocado, va a llover. Si se para una paloma en la baranda del balcón, va a haber huelga de subte. Si le cambian de nombre a un país, se va a morir un pariente. No hay restricciones, no hay temas vedados, el universo entero en sus innumerables manifestaciones está a nuestra disposición. La única restricción es el azar, que no restringe nada porque es lo que por definición lo permite todo y pone en comunicación los seres más alejados lo mismo que los más cercanos, atraviesa niveles, planos, lenguajes.

Eran papel y tinta, y también eran ideas y ensueños. Reproducían la dialéctica del arte, con tanta o más propiedad que el arte mismo. Antes hablé del “rastro material”. Era más que eso: la palabra es “lujo”. La materia conformada por el espíritu es el borde de lujo que comunica la realidad con la utopía.

Se dirá que son sólo objetos materiales, y que la verdadera felicidad la producen otros bienes. ¿Pero será cierto? Siempre tiene que haber algo material, hasta el amor necesita algo que tocar.