La culpa la tiene el gato

Me dio un pequeño beso en la nariz y me despeinó el cabello, en un intento por hacerme poner de mejor humor, cosa que logró. Siempre lo hacía. No por nada la quería tanto.

Yo era una mala novia y estaba consciente de ello.

Ella no sabía que yo podía ser mucho más celosa y posesiva que ese animal.
«Tú llegaste primero, pero eso no te da ventajas», pensé mientras le dirigía una mirada fría.

Espero que Sheldon no te moleste —murmuró la buena samaritana—. Siempre va conmigo al trabajo. Lo adoran, y él odia quedarse solo en casa.
—No, claro que no. Me fascinan los gatos —mentí.
La verdad era que quien me encantaba era la dueña.