• Grulloidézett5 évvel ezelőtt
    La primera vez que te enamoraste de un hombre, te deslumbró su falta de cuestionamiento. Su presunción de certidumbre. Él decía —no preguntaba—: vamos a comer, vamos al cine, vámonos de viaje el fin de semana. Y llamaba a su agente y compraba dos tiquetes de avión. Como si para llevar a cabo ciertas acciones no hiciera falta: 1) involucrar al otro y 2) dinero.

    La última vez que te enamoraste de un hombre, te deslumbró todo lo contrario.
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    Estás enojada. Hace mucho que estás enojada.

    Antes, el enojo era una sensación rastrera que circulaba por tu cuerpo como un gel ardiente que te quemaba las arterias. Ahora, el enojo es un cuerpo compacto que se ha instalado en la boca de tu estómago y pide salir. Todo el tiempo. Duele como haberse tragado una piedra tan grande que te preguntas cómo fue que pasó por tu garganta. No pasó nunca. Nació y creció allí, y te hace querer vomitar cada vez que chocas con algo que lo irrita.
  • Martha Alicia Bautista Garcíaidézett6 nappal ezelőtt
    cabeza de nuevo hacia sus padres. Natalia, que hasta el momento había acompañado su discurso gesticulando en silencio, lo alentó a continuar, moviendo su boca para dibujar las palabras que faltaban. Pipe continuó: le fallé al equipo, me fallé a mí mismo; por eso estoy aquí, asumiendo mi error y pidiendo disculpas.
    A la declaración de Pipe le siguió una efusiva felicitación del profesor Hurtado. Se acuclilló para quedar a su altura y lo abrazó; acto seguido, alzó su voz y remató: ser líder es reconocer también cuando se falla. Después surgió en forma intempestiva una algarabía de parte de todos. Sentí cómo algo vital dentro de mí se arruinaba poco a poco. A mi lado estaba Sora, aturdida como yo por el aplauso sostenido del equipo; entonces me tomó la mano y la apretó muy fuerte, como diciendo ven, amor, estamos juntos en esto.
    Y ahí seguimos un rato más, rehuyendo juntos la mirada de nuestro hijo. ¶
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    entregó la mata a uno de los niños más pequeños del grupo; ahora es tuya, campeón, veremos cómo te va. Este la recibió y regresó bastante entusiasmado hacia donde estaban sus acompañantes. El profesor giró su cabeza y buscó a Pipe. El niño, que lucía un poco intimidado, estaba de pie junto a sus padres. No supe de dónde ni en qué momento la sacó, pero alcancé a ver que la mata ya estaba en sus manos. Sus hojas estaban pardas, caídas y apuntando al suelo, igual que las de aquella que había quedado la noche anterior en casa del herborista. Su padre le tocó el hombro, lo que el niño interpretó como señal de dar un par de pasos al frente. Pipe, después de vacilar un poco, miró a sus padres, quienes con un movimiento de cabeza lo animaron a seguir. Entonces dijo, con un poco más de aplomo: la mata se nos murió. Por estar dedicado a otras cosas, como los juegos en la Tablet y la televisión, olvidé regarla. Les pido disculpas a todos. Luego giró su
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    llevó la mano izquierda al mentón y comenzó a estrujarlo; conocíamos ese gesto, pues la última media hora se había entregado con prolijidad a darnos cuenta de todos los conocimientos que atesoraba en su cabeza. Nos había hablado de jazmines, arbustos de floración, enredaderas, trepadoras, plantas de raíz persistente y plantas de raíz fibrosa; después nos mostró un jazmín japonés, el cual miró con arrobo durante casi un minuto, al cabo del cual se puso de pie y nos contó del proceso de floración de
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    dije nada. Tan solo aguardé porque sabía que en algunos segundos desarrollaría su idea. Siempre es lo mismo, repitió; somos unos dejados, no tenemos ninguna clase de método, andamos al vaivén de como se vayan dando las cosas, sin planificaciones de ninguna clase, continuó. La abracé. Esperé unos segundos más sin decir nada; como no continuó, me animé a decir que estaba de acuerdo, pero que de seguro poco a poco iríamos cambiando ese tipo de cosas. Mira no más lo del nuevo bebé, dijo; Nico ya tiene seis años y no hemos buscado a su hermanito con juicio, esperando que la cigüeña pase y nos lo deje en la ventana. Tragué saliva con dificultad mientras asentía tan solo para mí; Sora se dio la vuelta y negó con la cabeza, luego se giró, estiró la mano y apagó la luz del nochero. La penumbra me fue revelando de a
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    camino a la quebrada no era fácil para la silla de ruedas y hacía mucho tiempo que no lo recorría. Es oscuro, en bajada y estrecho, con vegetación tupida a lado y lado. Está lleno de charcos, piedras, palos caídos, raíces gruesas que sobresalen de la tierra, desniveles, y él tenía que andar con cuidado —ni muy despacio ni muy rápido— si no quería volcarse o quedar atrancado.
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    no sabía con exactitud cuánto tiempo había dormido ni hacía cuánto la había visto en el jardín. Calculaba que no podrían haber pasado más de treinta o cuarenta minutos. En ese momento la marea debía estar más alta que baja y Rosa no habría podido irse al pueblo. Lo tranquilizó saber que estaba dentro de la propiedad.
    Al otro lado del estero están las primeras casuchas del pueblo y en ese momento había unos niños jugando semidesnudos en la arena. Al fondo, sobre el mar, una nube oscura amenazaba con lluvia. Lo único que se oía era la furia del mar.
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    lleno de rabia y lo más fuerte que pudo con una voz que le salió temblona—: ¡Rooosaaaa!
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    —Maldita sea —dijo y luego gritó
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