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Nicolai Vasilievich Gogol

Las almas muertas

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  • Oscar Angelidézett5 évvel ezelőtt
    , no encontrará en el mundo entero un placer igual! Es ahí, justamente ahí, cuando el hombre trabaja a imagen y semejanza de Dios. Dios se reservó para sí mismo la tarea de la creación como placer supremo y exige del hombre, también, que sea creador de bienestar a su alrededor. ¡Y pensar que dicen que es una ocupación aburrida…!
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    Qué hombre tan extraño es este Chíchikov!», pensó Tentétnikov.
    «¡Qué hombre tan extraño es este Tentétnikov!», pensó Chíchikov.
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    Andréi Ivánovich Tentétnikov,
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    En realidad, cuanto más se conoce la naturaleza, menos se entiende algo».
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    Entre diez rasgos de carácter, basta con tener un lado idiota para ser reconocido como tal, olvidando los nueve restantes.
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    En Rusia, a las capas sociales inferiores les encanta hablar de chismes relativos a la alta sociedad, motivo por el cual se empezó a hablar de esta historia en casas donde a Chíchikov ni se le había visto ni se le conocía; y se fueron sumando detalles y explicaciones.
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    Desde luego, la parte femenina del género humano es complicada; pero los honorables lectores, hay que admitirlo, lo son todavía más.
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    Chíchikov se quedó petrificado en el mismo sitio, como el hombre que sale alegremente a pasear con los ojos predispuestos a contemplarlo todo y de golpe se queda inmóvil al recordar que ha olvidado algo. Y, entonces, no puede haber algo más estúpido que ese individuo: en un instante, la expresión de despreocupación desaparece volando de su rostro; el hombre trata de recordar lo que ha olvidado: ¿será el pañuelo? Pero está en su bolsillo. ¿Será el dinero? Pero ahí está, también junto al pañuelo. Parece que lo lleva todo encima y, sin embargo, algún espíritu desconocido le susurra al oído que ha olvidado algo.
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    Luego añadió—: Por lo demás, ¿qué se puede decir de los que todavía están vivos? ¿Qué clase de gente es? Son moscas, no personas.
    —Pero ellos, por lo menos, existen, no son un sueño.
  • Oscar Angelidézett5 évvel ezelőtt
    Chíchikov se acordó entonces de que cuando un conocido te invita a visitarlo a una aldea a quince verstas de distancia conviene contar treinta.
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