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Mariana Enríquez

La hermana menor

  • Nancy Castroidézett7 hónappal ezelőtt
    ¡Más feminista y hippie que Silvina Ocampo no hubo ni habrá! Lo que no se bancaban es que hacía la suya. En todo hacía la suya. Como escribía y como vivía. No podían agarrarla
  • Nancy Castroidézett7 hónappal ezelőtt
    La libertad de Silvina como escritora le era insoportable. Pero al mismo tiempo los elogios eran desmedidos.
  • Nancy Castroidézett7 hónappal ezelőtt
    Pero quiero decir que Silvina no era una víctima. Era muy dominante. En la pareja no dominaba Bioy, dominaba ella. Dominaba con la sonrisa y ese modo de bailarina. Ella elegía quién venía a la casa, a quién se invitaba y a quién no. Se comportaba como si fuera divina. Uno estaba con ella y se olvidaba que era fea.
  • Nancy Castroidézett7 hónappal ezelőtt
    Todos los que estuvieran cerca de Silvina dicen lo mismo. Que era fascinante. Que seducía a hombres y a mujeres. Y que ella lo sabía
  • Nancy Castroidézett7 hónappal ezelőtt
    «Alejandra no se suicidó porque estaba aburrida, se mató por amor. Lo dejó escrito. Pero no sé por qué insisten en cuidar a Silvina, cuando ella nunca pidió cuidado.»
  • Martha Ruizidézett5 hónappal ezelőtt
    Recorrer Pardo lleva menos de quince minutos. La caída del sol le otorga esa melancolía peculiar de los atardeceres en la pampa, una tristeza dorada y rosa, intransferible.
  • Mariana Escotoidézett5 hónappal ezelőtt
    Entonces yo me acerqué a darle un beso a mamá y ella me dijo: “¿Sabés que Clarita se fue al cielo?” Yo supe que esa frase era una cosa oscura, horrible como un precipicio, a pesar de que ella me lo dijo tratando de hacer –supongo– una voz tranquila, más bien sonriente. Ahí supe que se había muerto, a pesar de que me lo dijo así. Después me pusieron un cinturón negro en signo de duelo. Entonces lloré. Pero lloré porque creía que había que llorar, porque había visto llorar a personas alrededor. ¡Me sentía tan sola! Acudí al último piso, donde se planchaba la ropa, y veía que todas las personas que estaban atareadas con los trabajos de lavar, de planchar, de limpiar, no lloraban, entonces me acurruqué ahí y no quería bajar, no quería ver a la gente que estaba toda vestida de negro y que lloraba y lloraba. Y sin embargo me hicieron bajar, me hicieron llamar. Yo creo que ahí empezó mi odio a la sociabilidad.»
  • Mariana Escotoidézett5 hónappal ezelőtt
    Escribe Blas Matamoro en su ensayo dedicado a Silvina Ocampo, titulado «La nena terrible», de su libro Oligarquía y literatura (Ediciones del Sol, 1975): «El enfrentamiento de los niños terribles pasa por el odio a la familia, y se detiene allí: como hijos de la gran burguesía, no tienen oposición fundamental contra todo el orden social, pero su calidad de marginados familiares les crea una oposición parcial con una de las instituciones fundamentales de ese orden como lo es la familia. Los niños terribles asumen el Mal, no la Revolución.»
  • Michelle Aguilaridézett6 hónappal ezelőtt
    No encontramos niñera... Hace un siglo que no lavo mi ropa y muchos días que no me baño porque no hay tiempo –y hay un solo baño. Estoy horrible y temo que mi organismo se haya acostumbrado. Tengo el pelo color ratón y áspero, la cara medio colorada, las manos paspadas, todo perfeccionado por mi fealdad habitual. El apuro en que vivo me enloquece. No tengo ni un minuto para dedicarme a la contemplación de nada ni de nadie. Es horrible
  • Martha Ruizidézett6 hónappal ezelőtt
    Ese año, 1940, el año de su triunfo literario, Adolfo Bioy Casares se casó con Silvina Ocampo.
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