Nos movemos al mismo tiempo, James me atrae contra sí y yo salto hacia él. Nuestras bocas se encuentran. Mis manos, enfurecidas, van hacia su pelo, tiro de él, y él coge mis muslos y hunde sus dedos en mi carne. Le muerdo el labio inferior porque estoy muy enfadada. Él lanza un profundo gemido y desliza una mano hacia mi trasero. Con la otra recorre mi espalda hacia arriba hasta depositarla en la nuca. Todas las semanas que me he empeñado en ignorarlo y que he estado luchando contra mis sentimientos se me vienen encima como un tornado.
Nuestro beso es la continuación de nuestra pelea, una lucha que convierte la rabia que hay en mí en otra cosa y libera un sonido que nunca antes había emitido. Una especie de gemido desesperado que suena casi como un sollozo. Recorro con la lengua su labio inferior y disfruto de su sabor.
Acto seguido, James me coge por la nuca y me besa de forma profunda. Su beso como una disculpa. Percibo en sus dedos temblorosos que hacía tiempo que quería hacer esto y lo mucho que le ha costado negárselo a sí mismo. Me besa como si buscara sumergirse en mí, es una mezcla de deseo, desesperación, odio y todos los sentimientos que hay entre ellos, y esto me enloquece, pero al mismo tiempo hacía semanas que no me sentía tan viva. No entiendo cómo es posible. No entiendo cómo alguien a quien se quiere odiar puede causar este efecto.