Me quiere… no me quiere

—Perdí el tiempo; pero el tiempo, ese es el que no se olvida de mí.

Hoy sé cómo se mide la verdadera edad: nos vamos haciendo viejos cuando no hacemos nuevos amigos.

Cuando jóvenes, solo nos enseñan lo que no sirve. Cuando viejos, solo aprendemos lo que es inúti

Mis visitas son para cazarle un descuido en la existencia, pellizcarle una ternura.

—¿La vida, doña Luarmina? La vida es tan simple que nadie la entiende.

SOY FELIZ NADA MÁS QUE POR PEREZA. LA INFELICIDAD da una trabajera peor que enfermedad: hay que entrar en ella y salir de ella, alejar a los que nos quieren consolar, aceptar pésames por una porción del alma que ni llegó a fallecer.

Dime ahora: ¿la sangre tiene sabor a qué?

Yo miré al mar, sin dar otra respuesta. Mi padre, en definitiva, ¿me estaba diciendo qué cosa? ¿Que traemos océanos circulando dentro de nosotros? ¿Que hay viajes que tenemos que hacer solo en lo íntimo de nosotros? Me quedaré siempre sin saber.

El corazón es una playa.

Qué vida esta, de pescador, que no tiene días, sino mareas!

—La lágrima es el mar que acaricia su alma. Esa agüita somos nosotros regresando al primer vientre