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Ray Bradbury

El País De Octubre

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  • Georgina Lopezidézettelőző év
    Piénsalo un poco, Araña, ¡mañana a la noche es la Víspera de Todos los Santos!
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    el poder que tiene? ¿Por qué no ha de afirmar su posición mientras disfruta de todas las ventajas? Años después será tarde para expresar su odio. Ahora es el tiempo de atacar.
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    Jeffers interrumpió:

    —Si lo que dices fuera cierto, entonces todas las mujeres del mundo tendrían que mirar a sus bebés como criaturas temibles, en las que no se puede confiar.

    —¿Y por qué no? ¿No tiene el niño una coartada perfecta? Mil años de creencias médicas aceptadas lo amparan y protegen. De acuerdo con la opinión común es una criatura desamparada e irresponsable. El niño nace odiando. Y las cosas empeoran, en vez de mejorar. Al principio el bebé obtiene de la madre cuidado y atención. Pero pasa el tiempo y las cosas cambian. Recién nacido el bebé obliga a los padres a hacer cosas tontas cuando llora o estornuda. Los sobresalta con cualquier ruido. A medida que pasan los años el bebé advierte que ese poder se desvanece rápidamente, y que se pierde y que ya nunca podrá recobrarlo. ¿Por qué no ha de aprovechar todo
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    padre no es menos culpable, ¡hay que matar también al padre! El padre es responsable a su modo.
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    Leiber estaba preparado para responder:

    —¿Quién está más en paz, más soñadoramente contento, cómodo, descansado, alimentado, sin molestias, que un niño aún no nacido? Nadie. Flota en una maravilla de alimento y silencio, soñolienta, intemporal. Luego, de pronto, se le dice que ha de dejar su habitáculo, se lo obliga a salir, se lo empuja a un mundo ruidoso, descuidado, egoísta, donde tiene que moverse a sí mismo, cazar, alimentarse de la caza, buscar un amor perdido que antes era su derecho incuestionable, enfrentarse con la confusión en vez del silencio interior y el sueño preservador. ¡Y el niño siente odio! Odia el aire frío, los espacios inmensos, la pérdida repentina de las cosas familiares. Y en el minúsculo filamento del cerebro lo único que el niño conoce es egoísmo y odio, pues le han destrozado aquel encantamiento. ¿Quién es responsable de este desencantamiento, de esta ruptura brusca? La madre. Y la mente irracional del niño encuentra así alguien a quien odiar. La madre lo ha echado afuera, lo ha rechazado. Y e
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    otro? Criaturas extrañas y rojas con cerebros que trabajan en una oscuridad de sangre, un mundo que no conocemos, que no sabemos cómo es. Pequeños cerebros elementales, alimentados por la memoria racial, el odio, una crueldad sin restricciones, que no piensan en otra cosa que en la propia preservación. Y la propia preservación consiste en este caso en eliminar a una madre que ha engendrado un horror y lo sabe. Contésteme, doctor, ¿hay algo en el mundo más egoísta que un bebé? ¡Nada!

    Jeffers frunció el ceño y meneó la cabeza, descorazonado.

    Leiber sacudió la ceniza del cigarrillo.

    —No digo que un bebé necesite tener mucha fuerza. Basta que gatee un poco, unos meses antes de lo común. Basta que escuche todo el tiempo. Basta que llore en medio de la noche. Eso es suficiente, más que suficiente.

    Jeffers intentó otro camino: el del ridículo.

    —Llámalo asesinato, entonces. Pero un asesinato tiene que tener un móvil. ¿Qué móvil tenía el niño?
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    —Estoy hablando de cosas repulsivas. ¿Cuántas madres mueren en el parto? ¿Cuántas corren el riesgo de que unas pequeñas y raras improbabilidades las maten de un modo o de
  • Georgina Lopezidézettelőző év
    Pero supongamos que un niño en un billón sea… extraño. Que nazca perfectamente lúcido, capaz de pensar, instintivamente. ¿No se serviría de sí mismo como una máscara, una cortina para cualquier cosa que quisiera intentar? Podría fingir que es una criatura común, débil, llorona, ignorante. Le bastaría un pequeño consumo de energía para ir de un lado a otro por la casa a oscuras, escuchando. Y qué fácil le sería poner obstáculos en la escalera. Qué fácil llorar toda la noche y cansar a la madre hasta provocarle una neumonía. Qué fácil, a la hora del nacimiento, estando tan unido a la madre, intentar unas pocas hábiles maniobras y provocar una peritonitis.

    —¡Por amor de Dios! —Jeffers estaba ahora de pie—. ¡Es una idea repulsiva!
  • Yezz Hiidézett4 évvel ezelőtt
    El mundo estaba muerto. Ya no había otoño, porque no había ya ninguna piel que lo trajera a la casa. No habría invierno, porque no habría unas patas humedecidas de nieve. No habría más estaciones. No habría más tiempo. El emisario se había perdido entre el tráfago de la civilización, probablemente aplastado por un automóvil, o envenenado, o robado, y no habría más tiempo.

    Martin empezó a sollozar. No tendría ya más contacto con el mundo. El mundo estaba muerto.

    😢😢😢

  • Yezz Hiidézett4 évvel ezelőtt
    Allí, al borde del agua, permanecía el castillo de arena, sólo a medio construir. Tally y yo solíamos hacer castillos. Ella, medio. Y yo, medio.

    Lo miré. Allí era donde habían encontrado a Tally. Me arrodillé junto al castillo de arena y vi las pequeñas huellas de pies que procedían del lago y que volvían al lago de nuevo… y no retornaban nunca.

    Entonces… me di cuenta.

    —Te ayudaré a acabarlo —dije.

    Así lo hice. Construí el resto del castillo muy lentamente y luego, levantándome, me di la vuelta y me alejé para no ver cómo se desmoronaba en las olas, como todas las cosas se desmoronan.

    Volví por la playa hacia donde una mujer extraña llamada Margaret me esperaba, sonriendo…
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