El espacio habitado debe ser generoso, confortable, apropiable, económico, fluido, flexible, luminoso, evolutivo y “lujoso”, al tiempo que debe permitir los usos más simples: comer, trabajar, descansar, aislarse, acoger y recibir a amigos, colgar la ropa, tocar música, hacer bricolaje, aparcar la bicicleta, el coche o mirar cómo crecen las orquídeas.