Pero esto no es todo. Aún se gasta más trabajo inútilmente, aquí para mantener la caballeriza, la perrera y la servidumbre doméstica del rico; allá para responder a los caprichos de las prostitutas de alto copete y al depravado lujo de los viciosos elegantes; en otra parte, para forzar al consumidor a que compre lo que no necesita o para imponerle con la publicidad un artículo de mala calidad; más allá para producir sustancias alimenticias, provechosas para el industrial y para el comerciante, pero nocivas para el que las consume. Lo que se malgasta de esta manera bastaría para duplicar la producción útil, o para crear talleres y fábricas que bien pronto inundarían los almacenes con todas las provisiones de las cuales carecen dos tercios de la nación.