A partir de aquí, algo empieza de forma casual, como si un nuevo compañero se hubiera juntado discretamente con ellos, un hermano natural del sueño que comparte con él todos sus rasgos: un tiempo amorfo del sonambulismo, aunque todo el presente —la jungla, el barro, las sanguijuelas, los mosquitos, los chillidos de los pájaros, la sed, el picor de piel— sea real, directo, tangible, escalofriante e irrefutable.