Lo bello, tanto natural como artificial, depende de la proporción, de la armonía y de la disposición apropiada de las partes. Tal armonía no es sólo formal, sino también un continuo adecuarse de las formas al contenido, al entorno y a las necesidades. El hombre exhibe una inclinación innata hacia lo bello, cualidad que tiene, según Alberti, también el poder de proteger al hombre de la ira y de la crueldad, y de mitigar lo arduo y absurdo del vivir humano.