—¿Sabías que la primera vez que me llamaste emperatriz fue aquí? ¿En este jardín?
Él arqueó una ceja y ladeó la cabeza, intentando hacer memoria.
—¿De veras?
Ella escapó de sus brazos y se volvió de nuevo hacia la fuente.
—Fue hace diez años. Yo había salido para esconderme en el laberinto, desesperada por escapar del fracaso que estaba resultando mi primera temporada. Tú estabas aquí. —Callie pasó los dedos por el agua lentamente mientras pensaba en aquella noche, hacía tanto—. Las palabras que me dijiste consiguieron que solo pudiera pensar en ti durante toda una década.
La besó otra vez, centrándose en su voluptuoso labio inferior hasta que ella suspiró.
—Pienso conseguir que pienses solo en mí durante mucho más tiempo —aseguró. Entonces le capturó la mano y le besó las puntas de los dedos—. Aunque sé que debería lamentar los años que has pasado esperándome, confieso que estoy encantado de que esperases hasta que abriera los ojos y, por fin, te viera, cariño. —La volvió a apretar entre sus brazos—. Pero me siento muy frustrado por no haberlo hecho antes… Podríamos llevar ya una década de felicidad y haber tenido un montón de críos que probaran nuestro amor.
—Y dos cicatrices menos.
Él se rió.
—En efecto, diablillo.