—Creo que estoy enamorada.
Esas cuatro palabras me pararon el corazón, algo que ni siquiera me pasaba al enfrentarme a una horda de daimons.
Se mordió el labio y una pizca de rubor comenzó a enrojecerle las mejillas.
—Lo siento aquí —dijo, poniéndose una mano en el pecho y luego en el vientre—, y aquí. Es como si en mi interior no tuviese aire o espacio suficiente. Como si pudiese salirme de la piel o ahogarme y saber que no pasaría nada. No sé por qué me siento así, pero siempre me ha pasado y me pasará. —Levantó la barbilla, completamente ruborizada—. Es por ti. Te… te quiero.
Con el corazón a mil, la abracé con fuerza y la levanté por los aires. Soltó una risita suave pero animada. Hundí la cara en su pelo.
—Te quiero, Álex, siempre te he querido.