Vas a la cocina y te haces un caldo de cuadritos, de esos peligrosísimos según los nutricionistas porque están llenos de glutamato monosódico, y le pones dentro lo que encuentras, o sea, la ensalada de verduras de ayer y nada más. Te gustaría que alguien te hiciera una sopa, calientica y anaranjada, de esas en las que se zambulló por unos minutos un enjuto pedazo de pollo, que luego de cumplir con el deber de darle sabor y añadirle un poco de grasa, continuó su camino y se convirtió en otro plato. Pero la sopa pertenece a La Habana, donde todo es distinto. Hasta la lluvia